En los últimos años los incendios forestales han demostrado una mordacidad antes desconocida. En 2021 el fuego arrasó 45 mil hectáreas, el equivalente a seis campos de fútbol. En Canarias el último fue en mayo de ese año en Arico, Tenerife, y afectó a más de tres mil hectáreas. Se tardó cinco meses en ser declarado extinguido.
Grandes incendios que tienen sus causas en la falta de politicas de prevencion eficaz y el abandono del campo. La elevada masa forestal no recogida tras el invierno, la dejadez de los propietarios de fincas públicas y privadas y la disminución de la actividad del sector primario, definitivamente nuestros montes en auténticos polvorines.
Estos incendios se producirán probablemente en ingobernables. Los servicios de extinción tienen que priorizar: salvar la vida humana, los núcleos poblacionales y, en tercer lugar, nuestros bosques. Unas tareas que en Canarias se complican por la agreste orografía, con abundancia de barrancos, y la climatología con vientos cambiantes ya corta distancia.
Para frenar esta destrucción del medio natural, las instituciones públicas como el Cabildo de Gran Canaria están llevando a cabo políticas de prevención, integrando sistemas pioneros para dar una respuesta más eficaz.
Un ejemplo, son los sistemas que permitirán la detección precoz de conatos por medio de un conjunto de cámaras infrarrojas distribuidas por el territorio insular que mejorará los tiempos de respuesta.